¿Y si te digo que pienso en vos todos los días? Cuando me despierto, cuando viajo, cuando pelo una naranja, cuando leo, cuando me río, cuando estoy sola, arriba, abajo y del revés.
¿Y si te digo que cuando no estás, te extraño? Sos la primera persona con la que quiero hablar, con la que pasaría el tiempo aunque me aburriera estrepitosamente, haciendo nada. Sólo sentirte.
¿Y si te digo que quiero verte? Verte, abrazarte, mimarte, besarte, acariciarte, tirarnos al pasto, jugar con los perros, ir al cine, amarnos quizás.
¿Y si te digo que me gustas? Me gustas callado, encerrado, enfermo, histérico, rompe pelotas, egoísta, pajero, idiota, recién levantado, poco original, despeinado, barbudo, sucio, natural, vos mismo todo el tiempo. Todos tus defectos me fascinan. Tus virtudes no tanto.
¿Y si te digo que te quiero? Pero no como amiga, no como hermana. Hablo de ese te quiero que no significa te quiero. Ese te quiero de persona pelotuda que se resignó a la situación y ya no hace nada para cambiarla. Sí, ese te quiero.
¿Y si te digo?
¿Y si te digo lo que sea? Cualquier cosa, Lo primero que se me venga a la mente. Hola, ¿cómo estás? Hablemos de, no sé, el clima. La película que vi anoche. Las peleas de mi hermano. Los viajes que podríamos hacer. Los tatuajes que planeo hacerme. Qué bien te queda ese buzo rayado. Qué rica la ensalada de choclo y zanahoria. Qué lindo que sos. Cómo me gustas. ¿Algún día vas a ser mío? ¿Vale la pena la espera?
Dale, hablemos de eso.
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