Creo en el amor. Creo en el amor como disparador de todas las sensaciones. Creo en el amor como la fuerza más poderosa del mundo, horriblemente subestimada. Creo en la gente y en la capacidad que tienen para amar desmedidamente. Creo en las locuras que se hacen al estar enamorado. Creo en las segundas oportunidades. Creo en el primer amor correspondido. Creo en el sexo con amor. Creo en estar enamorado del amor. Creo en matar por amor, morir por amor y vivir por amor. Creo en las mariposas en la panza, en los tirones del estómago, en el latir alocado del corazón y las hormigas en la punta de los dedos, como si la sangre quisiera ir más allá de la piel. Creo en el amor de las películas, en las serenatas, las cenas bajo la luz de las velas, las declaraciones estúpidas y extremadamente cursis, en las caminatas al lado del mar, en enamorarse de tu mejor amigo, en encontrar al amor de tu vida a la vuelta de la esquina o en la casa de al lado, en el típico y totalmente rutinario final feliz.
Creo en todo eso, creo en todas esas cosas descabelladas, creo en mí y, sin embargo, en vos yo no creo. No creo en vos, que pareces ser lo único real en este cuento de hadas. No te tengo una mínima pizca de fe. No tengo esperanzas; no puedo construir ni imaginar, estoy sin nada.
No creo en nosotros. El amor que podríamos tenernos nunca va a ser lo suficientemente fuerte, y yo lo sé.
No, en vos yo no creo. Me rehúso a creer.
Y sin embargo, lucho. Lucho por la única causa que ya dí por perdida. Lucho porque así soy, y así voy a seguir. Lucho porque, como ya dije, no creo en vos pero creo en el poder del amor.
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